lunes, abril 30, 2007

Cómo se nos van los años... II



Les decía hace no tanto que el asunto de las culpas se complicaba, con los años que pasan y los que se amodorran en la cintura, en la panza, en las tetillas, aquellos truculentos años que se refugian bajo las axilas... pero los más complicados son aquellos que se agarran de los dientes, para que todo lo soluciones a dentelladas.

Verbigracia, ya que andamos de jesuscristos con parábolas a bordo, Paco Ibañez, quién no conoce a Paco... pues un montón de gente pero eso no es culpa suya, el ha hecho lo que pudo... hasta en televisión española salio, y en el León de Greiff hará unos tres años o menos... La foto es de sus años mozos, los videos, los otros, en los que realmente lo escuchan, en esos en los que de una vez por todas canta con la rabia y/o tristeza en la garganta, porque le va la vida en ello.








Yo me cargo las manos con poemas, buenos, malos, son ustedes los que saben, no yo, que de poesía poco se, pero de una u otra me los cargo, como una alforja, y salgo a recorrer los desiertos bogotanos, sin contar estos más tristes virtuales en los que escribo como lanzando una botella al mar (vaya con el lugar común), sin tener la certeza de si alguien a quien no conoceré puede estar sólo escuchando los temas musicales que ahora pongo.

Y me cargo de poemas como una liberación, como un exorcismo, como si tal cosa...






Pero si Paco, vamos a galopar, hasta enterrarlos en el mar, que los poemas son libres sobre las olas, y perdona la libre interpretación del poema de Alberti, pero enterremos hasta las novelas, para que un día, ya exhaustos de nuestras culpas, las olas nos escupan mágicamente una obra de traste, un poema pequeño, o una oda al desamparo

viernes, abril 27, 2007

Cómo se nos van los años...


Como en la imagen, el tiempo que he vivido lo llevo en mis espaldas... tragicómico el asunto. En fin.
Nunca como ahora este dolor se convierte en físico, este sabor en la boca tiene un nombre y sabe extraño, como los buenos vinos... pero sin serlo, sin dejar claro si está bien, si realmente me gusta este extraño devenir en hombre. Nada para que ustedes se preocupen, sólo una divagación de media noche...
Ahora las culpas son más, no en tamaño, creo que son iguales, como cuando rompí un vidrio en mi casa en Venezuela y de puro miedo aseguré la puerta del cuarto de mi madre y de mi padre desde adentro y me acosté a dormir, creyendo que si me sumía en un sueño que podía no ser profundo, o serlo, el asunto se solucionaria. Ustedes saben qué pasó.

Cuando desperte mi hermano había entrado por la ventana (Calle B voleita norte, Residencias Luis Alfredo, PISO 8, apartamento 45, es decir, mi hermano había salido por la ventana de mi cuarto, había entrado por la de mi madre y padre y allí estaba yo, con el vidrio no roto, con el vidrio no sano, no saludable, tan a medio quebrar, tan a medio salvarse... esa fue la única vez, o eso dice mi memoria, que mi padre me golpeo. Una única vez, con una sandalia, pantufla, chancla, como le digan al asunto, que para mi honor daba lo mismo. ¿Me aliviaron la culpa con el castigo? No, pero tampoco les interesaba esa minucia. El punto es que el peso, tamaño, textura, olor o hedor de las culpas es la misma, siempre, la cuestión es que como los puntos de las tarjetas son acumulables.

Tengo a esta hora, 26 años, no cambiará el asunto hasta el proximo 14 de marzo, lo juro, no cambiará... pero se van acercando una a una o dos a dos, todas por la misma calle sucia de la infancia, todas dan vuelta en la misma esquina, todas paran ante la misma puerta, y yo quiero ser como el monarca que describe Saramago en el ¨Cuento de la isla desconocida¨y hacer caso omiso de sus llamados, o delegar, o ignorar, pero persisten , convencen a la portera, hacen que la gente se quede mirando con desaprobación... y las dejo entrar, las dejo entrar con todo y su algarabía, o su silencio necio.

Ahora están preparando un café en la cocina de mi hogar, una de ellas quiere el té de amaretto que compre hace poco.

Pesa cargar a las culpitas, elefantes inmisericordes que me recuerdan quien soy, que he asesinado a dios tantas veces que a estas alturas (o a esas) el debe creer que realmente existe, que tiene derecho, porque el izquierdo no le pertenece a los tiranos (cuando la izquierda es de los tiranos es la más salvaje derecha), y hace cuentas, se debe relamer sus bigotes recien justificados, se debe masturbar frente al espejo.
Bueno, esta debe ser la primera parte del escrito, y no por cuestiones de estrategia literaria, el sueño pincha los riñones, el cansancio se suma a las culpitas.
Nos encontraremos luego.